Un auténtico broche de oro para las “Presencias Flamencas Universitarias” de la UCA fue la comparecencia del maestro sanluqueño Manolo Sanlúcar. Lo cierto, es que esta actividad iba a tener lugar el curso pasado, pero por problemas de agenda del concertista no se pudo efectuar hasta este pasado 26 de febrero. El maestro estuvo escoltado y dirigido por el compañero José Manuel Gamboa quien hizo las preguntas necesarias para sacar los mejor de la persona y “el monje del flamenco” que es Manolo Sanlúcar. A excepción de las otras “presencias” esta tuvo lugar en el amplio Salón de Actos del Campus Universitario de la Asunción que registró una buena entrada.

El punto de partida de la conversación, como no puede ser menos, arrancó en la panadería de Isidro de su patria chica, donde olores y sonidos flamencos se pegaron desde muy pronto en la persona del guitarrista. Quien, además, fue desgranando una por una sus vivencias infantiles y juveniles hasta su rápida incorporación al mundo artístico de la mano de Pepe Marchena entre otros.

Lo cierto es que, gracias a la habilidad de Gamboa, la conocida locuacidad del maestro fue ribeteando entre su concepción de la música flamenca y algunas anécdotas dignas de tener en cuenta. Con respecto al primer apartado, sería arduo representar aquí sus explicaciones del sistema musical del flamenco ya que fue una lección profunda para la que no desdeñó hacer compás sobre la mesa o apuntar el inicio de la malagueña de Don Antonio Chacón “Las Campanas”, como ejemplos de sus explicaciones. Manolo también se mostró un poco enojado con los “enemigos” del flamenco, especialmente con las administraciones que aún no han reconocido el verdadero valor de una cultura sorprendente que, incluso, llega a “ser una molestia” para la música europea por su alto contenido de intuición sin perder esencia. “Ellos (los de los conservatorios “cultos”) no se llegan a explicar como un flamenco que no ha ido a la escuela, ni a ningún conservatorio, es capaz de resolver cuestiones muy complicadas de la música y crear un propio lenguaje”. En este sentido, indicó que su intensa dedicación a los conocimientos más profundos de la música flamenca le ha llevado a descubrir que “somos los verdaderos y únicos herederos de la música griega” y que hemos ido desarrollando poco a poco desde una matriz que sería como nuestra secuencia de genes.

Estos pensamientos se combinaban con algunas vivencias personales como las de aquel cantaor de su pueblo, “Quirri” que lo acompañó a su debut sevillano y los más grandes de la capital se partían las camisas con un hombre del pueblo que a lo más vendía sultanas con un canasto. O su íntima relación con Tierno Galván en el momento en que Manolo estuvo dedicado a la política en los inicios de la democracia española.