La búsqueda de Granada
Pintor y banquero español. Estudió en su Granada natal en los colegios de San Miguel, la Purísima Concepción y en la Academia Cívico Militar, donde cursó el bachillerato. Pronto comenzaría sus estudios de pintura con el maestro y pintor costumbrista José Larrocha. También asistiría a clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios y cursaría dos años la carrera de Ciencias antes de dedicarse por completo a su vocación. Recibió el magisterio del alcoyano Emilio Sala en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando y abrió su estudio de pintura en Madrid, en 1901. Durante la época, cosechó numerosos premios nacionales y extranjeros, abriéndose hueco entre los artistas más prestigiosos del momento.
Sus obras son características por mostrar la presencia degenerativa de la pintura, la experimentación o el culturalismo y también la rica herencia cultural andaluza. Algunos de sus cuadros presentan dimensiones colosales, como ‘Patio de los Arrayanes’, ‘Tentación de la montaña’ o ‘El Convento de la Concepción’. También destacan sus desnudos, como el cuadro ‘La noche’, pintado poco antes de morir. En paralelo a su oficio de pintor, gestionaba junto a sus hermanos el negocio bancario familiar. Eran herederos de una familia establecida en la Granada del siglo XVIII, de procedencias portuguesa y asturiana, muy vinculada a la actividad económica granadina.
Durante toda su vida, viajaba constantemente a países como Suiza, Estados Unidos, Canadá, Rusia o el Extremo Oriente. Al comenzar la Primera Guerra Mundial, se quedó en Granada, aprovechando para construir su carmen-estudio en la colina del Mauror, cercana a la Alhambra. A este lugar dedicó todo su esfuerzo durante varios años, que lo privaron prácticamente de la pintura hasta su conclusión. En dicho estudio, trabajaron algunos de los arquitectos más importantes de la época, como Anasagasti, Cendoya y Jiménez Lacal.
En 1934, creó la Fundación Rodríguez-Acosta, una institución que actualmente sigue activa dentro del panorama cultural y artístico del país. El estallido de la Guerra Civil le sorprendió en el pueblo portugués de Estoril, regresando rápidamente a Granada. Allí permaneció durante toda la contienda y los dos años posteriores, plasmando en el lienzo naturalezas muertas y algunos desnudos, con un sentido simbólico y una nueva concepción plástica. Falleció en su casa de la Gran Vía granadina, a los sesenta y tres años de edad, tras no superar una bronconeumonía.