Torbellino de colores
Cantante, bailaora y actriz, faceta con la que alcanzó relevancia en España y América durante la segunda mitad del siglo XX. Fue una de las primeras mujeres de la posguerra en poner sobre la mesa temas de los que no se hablaba en público como la prostitución, violencia contra las mujeres o las relaciones extramatrimoniales. Durante una actuación en Nueva York, una crítica periodística marcó una de las frases clave en la trayectoria de la tonadillera: “Lola Flores, una artista española: no canta ni baila, pero no se la pierdan“.
Nacida en la calle Sol del popular barrio de San Miguel de Jerez de la Frontera, pasó su infancia entre Sevilla y su localidad mientras estudiaba baile en diferentes academias de flamenco. Desde muy niña cantaba en bautizos y otras celebraciones, así como en otros espectáculos menores. Su debut oficial se produjo con tan solo dieciséis años, en el espectáculo ‘Luces de España’, en el teatro Villamarta de Jerez. Tras girar por buena parte de Andalucía y participar en la que sería su primera película, ‘Martingala’, marchó a Madrid con toda su familia en busca del éxito.
El cine y la canción serían los pilares sobre los que se asentaría la carrera de Lola tras la Guerra Civil. A principios de los cuarenta, realizó espectáculos por toda España, en los que empezó a fraguar un repertorio que la acompañaría siempre, destacando la copla ‘El Lerele’. En 1943 montó su propia compañía, contratando a uno de los cantaores más prestigiosos de la época: Manolo Caracol. Así, surgió el espectáculo teatral-musical ‘Zambra’, que se mantuvo durante varios años con notable éxito y del que salieron coplas como ‘La Zarzamora’ o el momento culminante en escena con Caracol al cante y Lola al baile: ‘La niña de fuego’. La colaboración de la pareja, que tenía una relación más allá de lo profesional, les llevó a convertirse en sus propios empresarios. Hicieron juntos también dos películas: ‘Embrujo’, en 1947, y ‘La niña de venta’, en 1951, año en el que se produjo la ruptura artística y sentimental de sus protagonistas.
A partir de ese mismo año, Lola inició un contrato que la llevaría por México, La Habana, Río de Janeiro, Ecuador, Buenos Aires y Nueva York. En la década de los cincuenta grabaría dos filmes que llevarían por título otras dos de sus grandes joyas musicales: ‘Ay pena, penita, pena’ y ‘Limosna de amores’. Tuvo una especial vinculación con la ciudad de México, alcanzando una popularidad sorprendente; tanto fue así que, después de rodar ‘La Faraona’ en 1955, se quedó con ese cariñoso apelativo para siempre.
En 1957, contrae matrimonio con el guitarrista y compositor de flamenco y rumba catalana Antonio González ‘El Pescaílla’. Constituyeron una de las familias de artistas más importantes de España: sus tres hijos, cantantes (Lolita, Antonio Flores y Rosario); su hermana, también tonadillera (Carmen Flores); su sobrino, exfutbolista y entrenador (Quique Sánchez Flores); y sus nietas, actrices (Elena Furiase y Alba Flores).
Durante la Transición, el género de la copla atravesó un declive del que Lola supo reponerse, reinventarse y adaptarse. Tuvo algunas interpretaciones destacadas en cine y televisión con papeles alejados de su faceta folclórica y alcanzaron mucha popularidad sus temas humorísticos, recitados a modo de trabalenguas, que incluso son relacionados con una especie de rap: ‘Cómo me las maravillaría yo’ o ‘Catalina Fernández, la lotera’. Murió en mayo de 1995 en su residencia ‘El Lerele’ de la urbanización madrileña de La Moraleja tras una enfermedad que padeció durante más de veinte años.