Proyecto Atalaya

José Jiménez Aranda

Sevilla, 1837 - 1903

Del Romanticismo al Naturalismo

Pintor español, hermano de los también pintores Luis Jiménez Aranda y Manuel Jiménez Aranda. Miembro de una familia modesta, desde muy pequeño mostraba su predilección por la pintura, matriculándose en la escuela de Bellas Artes de Sevilla a los catorce años de edad. Allí, fue alumno de los principales artistas románticos de la ciudad: Antonio Cabral Bejarano, Manuel Barrón y Eduardo Cano. Su talento como dibujante y su capacidad para plasmar rápidamente a lápiz detalles muy realistas evidenciaría el gran futuro que se le presentaba. Además, su carácter sensato, reflexivo y honesto configuraron un hombre de gran valía personal. Compaginó sus estudios de arte con el trabajo de litógrafo en una imprenta para aportar en la economía familiar.

Sus primeras obras conocidas las creó ya cumplidos los treinta años, con temáticas de tradición romántica y cargadas de sensibilidad. A finales de 1867, abandonó Sevilla y se instaló en Jerez de la Frontera, donde realizó los modelos para la ejecución de las vidrieras de la iglesia de San Miguel. Su nueva residencia le permitió entrar en contacto con la aristocracia y la burguesía de la ciudad, siendo contratado para pintar numerosos retratos y cuadros de costumbres que fueron muy alabadas por aquellas familias. Su creciente riqueza le permitió casarse con una joven jerezana, con la que llegó a tener ocho hijos.

Viajó en muchas ocasiones a Madrid, donde participó en varias exposiciones del Museo del Prado; allí se interesaría en estudiar el arte de Velázquez y Goya. Aunque volvería a Sevilla en 1869, siempre mantuvo su interés por llevar sus pinturas a la capital. En aquel tiempo, se le presentó una de las grandes aventuras artísticas de su vida: viajar a Italia junto a su familia y su amigo y compañero de oficio José García Ramos. Viviendo en Roma, quiso mejorar su cultura y técnica artística, así como darse a conocer en todo el ámbito europeo. Allí tuvo el privilegio de mantener una buena amistad con el pintor catalán Mariano Fortuny.

Jiménez Aranda se dedicó a la pintura de casacones, que plasmaba escenas costumbristas históricas del siglo XVIII. Tras concluir el período italiano, regresó a España en 1875, donde fue recibido con grandes honores y nombrado académico de Bellas Artes de San Carlos. En 1881, se trasladó a París, donde triunfaba un concepto de pintura similar al suyo. Esto le permitió trabajar intensamente durante nueve años.

En 1891, ya de vuelta a Madrid, su pintura abandonó los argumentos históricos para desembocar en un arte marcadamente realista, protagonizado por personajes humildes. El cuadro ‘Una desgracia’, que representaba a un grupo de personas junto al cuerpo de un albañil que había caído de un andamio, fue el punto de partida de una concepción totalmente renovada. En 1892, tras la muerte de su esposa y de una de sus hijas, le impulsaron a volver a su Sevilla natal para pasar sus últimos años. Compaginó la pintura con la docencia en la escuela de Bellas Artes. Varios años más tarde, su salud comenzó a debilitarse, falleciendo en mayo de 1903.

En detalle:
· Su estilo se caracteriza por la corrección del dibujo y la riqueza cromática, evolucionando desde el lenguaje romántico hasta una estética más naturalista en su madurez.

· Obtuvo mención honorífica en las Nacionales de Bellas Artes de 1864 y 1866 y terceras medallas en varias ediciones por lienzos como 'Un lance en la plaza de toros' y 'El guardacantón'.

· En su faceta de ilustrador, destacó su colaboración en el volumen colectivo 'El Quijote del Centenario'.

· El valenciano Joaquín Sorolla lo calificó como el "gran maestro en pintura".

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