La mención de The Pastels remite a un grupo de culto incontestable, a un icono del pop de anorak, con ese punto desmañado y esas guitarras claras como campanas, con la inocencia por bandera y una influencia que se escucha en las carreras de The Jesus & Mary Chain, BMX Bandits y The Vaselines, entre muchos otros. Sellos como Wham!, Creation y Rough Trade lo vieron claro desde el principio.

Salidos del underground de Glasgow, su sonido crudo e inmediato, primitivo y amateur en el buen sentido, el de algo hecho con el corazón y no con la cartera, tan melódico, no remitía a la cara más pagada de sí misma de los 80, tenía un tipo de pureza a contracorriente. Cuando su canción “Breaking Lines” apareció en la muy influyente recopilación “C-86” que puso en la calle la revista ‘New Musical Express’, prendió la llama en la contracultura de fanzines y flequillos.

Pero cuando parecía que eso es todo lo que había que decir de ellos (su discografía, en cuanto a álbumes de estudio, se frenó en 1997, con su cuarto LP, “Illumination”; aunque no hay que dejar al margen su brillante banda sonora de 2002 para la película “The Last Great Wilderness”), han vuelto en 2013 con “Slow Summits” (Domino), el álbum de su resurrección.